RUBENS YANES
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El triunfo de Henrique Capriles Radonski en los comicios venezolanos del 7 de octubre próximo, podría significar un impactante giro en el devenir político de esta nación. La victoria del joven gobernador de Miranda significaría la derrota de quien hasta ahora es percibido nacional e internacionalmente como un coloso político, casi invencible en las urnas gracias a su carisma y sus políticas asistencialistas.
La caída de Chávez -el "águila que no caza moscas", el "otro Bolívar"- tendría un impacto simbólico. Pero no necesariamente sería igual en términos reales.
Hay quienes especulan sobre si Chávez entregaría o no a un nuevo presidente. Dudas que surgen con más fuerzas tras escuchar la confesión del llanero a José Vicente Rangel, que expresan su negación al retiro. Pero en realidad creo que la permanencia en el poder de Chávez -si pierde la elección- no es algo viable ni que esté en sus manos.
Chávez saldría, pero no significaría el fin automático de la revolución. El fin de la revolución no es una noción abstracta o meramente política. Hay estructuras que controlan, brazos armados que manejan y recursos financieros que han acumulado.
El nuevo presidente no la tendrá fácil con una Asamblea Nacional controlada por el PSUV y sus aliados, que a su vez han colocado piezas claves en el Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía General, el Banco Central, las FAN y la Defensoría del Pueblo.
Habrá que esperar hasta 2013 para saber si el balance del poder se altera a nivel regional, tras las elecciones locales de diciembre y marzo, que servirán para reciclar a gobernadores, alcaldes y consejos municipales.
Chávez se ha dibujado en esta campaña como la única garantía de "paz". Exagera evidentemente. Quizás sea una confesión de que él sería el primero en tratar de desestabilizar, algo en lo que tiene harta experiencia. En todo caso, al oírlo, no he podido evitar recordar el viejo lema de la oposición gomecista: Unión en las cárceles, Paz en los cementerios y Trabajo en las carreteras'.
@rubensyanes
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